jueves, 3 de junio de 2010

Así habló El Bhaghabamas Bhudinputra

De como Bhaghabamas Bhudinputra experimentó la cohesión universal.

Cuentan los Ancianos Brahmanes de los Dragones que una vez Budín volvía triste de un pensativo paseo, cuando al pasar por una esquina se encontró con una niña, que aprovechando la fresca hablaba con su abuela sentada en el tapialcito de la casa.

Era uno de esos momentos en que Budín jugaba a percibir la totalidad, la suma de todos los detalles; no uno por uno, sino todos a la vez. Intentaba sentir la conexión de todas las cosas para experimentar una vez más el secreto desliz de lo eterno en el apacible movimiento del tiempo, como quien percibe el etereo soñar en la suave agitación de un pecho dormido.

Metros antes de pasar entre las mujeres, Budín vio que la niña dejaba de mover sus labios. Pero como no hay nada mas evidente ni insoportable que un silencio forzado, tal vez pensando que era buen disimulo hablar trivialidades, al punto que pasaba Budín, la niña soltó una frase casual a su abuelita.

-¿Viste que Don Jorge bajó el precio de los budines?

La cara de Budín se iluminó de felicidad y consideró para sí, que la pequeña terminaba de abrir por fin la última puertita hacia el infinito mundo de las conexiones; sintió una honda complicidad con el cosmos; y mas tarde, en la comicidad de las comparaciones se sintió hermanado con los devaluados pancitos frutados.

Con estos y otros pensamientos, más o menos disparatados, se alejó Budín, silbando bajito por las callecitas del pueblo de los fresnos podados.

El misterio de los dragones y las ranas


En algún lugar de Beijing se custodia un magnifico artefacto de la dinastía Han. se asemeja a un copón de latón bruñido, o de alpaca, quizás de plata, o de alguna secreta aleación de la China. Un distraido , confundido por las teorías modernas que desestiman la eficacia de la ciencia antigua diría que esta adornado con inverosímiles dragones y ranas.

En efecto, en su parte superior, señalando las ocho direcciones sagradas del imperio, ocho dragones descansan cabeza abajo, custodiando entre sus dientes, en un delicado equilibrio, las ocho esferas sacras de la prosperidad, que al caer son atrapadas por las dilatadas fauces de ocho fatídicas ranas.

Un tañido solitario agudo y punzante esparce la agitación y la alarma.

Dos tañidos al unísono, la prisa y las desgracias.

Ocho tañidos dispares, la certera desesperanza, y el ineluctable fin de los días.